¿Qué estás haciendo con tu vida y con tus objetivos?
¿Estás caminando hacia donde realmente quieres en tus objetivos?
Vas y vienes, subes y bajas, entras y sales… ¿Hacia dónde vas? ¿lo sabes? ¿sí? ¿seguro? ¿es ahí donde quieres llegar? ¿estás caminando en esa dirección o vas en sentido contrario?
¿Qué nos lleva a pensar y querer una cosa, pero actuar de forma contraria a nuestros objetivos?
¿No te ha sucedido nunca? Es ese periodo de tiempo (momento, meses, años…) donde, a veces, tomas consciencia y sabes que no estás haciendo lo que debes hacer para conseguir lo que quieres conseguir.
Pongamos un ejemplo: quieres adelgazar y no dejas de comer pan, pizza, refrescos… y llevar una vida sedentaria. Sabes que así, ¡NO! Pero te justificas, auto-convences, te ofreces razones poderosas y consigues creerte tu propia farsa. ¡Es natural! Nuestra psique busca que nos sintamos bien con nosotros mismos, e intenta ocultar aquello que nos hace sentir mal.
Y así podemos llevarnos mucho tiempo; a veces… ¡TODA UNA VIDA! La rueda gira y gira, y estamos en ella con los ojos vendados, ciegos, sin objetivos.
- Nos dejamos llevar por la inercia.
- Nos dejamos llevar por el miedo que da parar la rueda.
- Nos dejamos llevar por aquel refrán que dice: “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
- Nos dejamos llevar por aquellos que nos dicen que “soñar” es de “tontos”, que hay que ser realistas.
Y digo yo:
- Que si sigo y sigo, años después pueden invadirme todas las emociones ocultas.
- Que no es cuestión de ir todo el tiempo a contracorriente, porque eso agota.
- Que no es cuestión de obviar el miedo y lanzarnos como locos al “vacío”.
- Que no es cuestión de olvidar los hechos pasados, de los cuales se aprende muchísimo.
- Que no es cuestión de no escuchar a aquellos que nos quieren y por miedo intentan que no cambiemos.
- Y que tampoco es cuestión de soñar por soñar.
Entonces, ¿qué podemos hacer? UFF! Como decimos aquí en el sur: ¡Ay, oma! Pues no hay recetas mágicas, ingredientes secretos, ni pócimas maravillosas. Las claves pasan por:
- Tomar consciencia de esas emociones, validarlas y hacerles hueco. Observar cómo te están afectando y que te están queriendo decir.
- Parar de vez en cuando. ¡Para el coche! Es mejor ir parando poco a poco e ir calibrando. “¿Cómo estoy? ¿cómo me siento? ¿realmente estoy en el camino o me he desviado? ¿tengo que realizar alguna maniobra de corrección?”. Es más fácil hacer pequeñas modificaciones que grandes cambios. Por ejemplo, es más fácil perder 2 kilos que perder 30 kilos. Si cuando peso 2 kilos más (tras la Navidad) los quito, es más rápido, económico y cómodo que esperar a tener esos 30 kilos de más tras tres Navidades y dos veranos, ¿no te parece?
- El miedo nos convierte en prudentes, nos ayuda a tomar decisiones menos arriesgadas. No es necesario un cambio radical de vida; además, tenemos que tener en cuenta los efectos colaterales.
- Es importante mirar hacia atrás para saber qué nos puede ayudar, qué nos es útil. Tendemos a pensar que lo hemos hecho mal y nos fustigamos por ello. “Analizar, corregir y avanzar”, este podría ser el lema.
- Escuchar, pero con criterio. Escucha y piensa que te quieren y tienen miedo. Ayúdales y genera confianza. Muéstrales que no vas “ni a tontas, ni a locas”, que tienes un camino que has estudiado y analizado.
Y todo esto, ¿por qué? Porque…
“Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años”
Abraham Lincoln
Rosa Rodríguez del Tronco
Socia Directora de DICTEA
Psicóloga, Coach Senior
Experta en desarrollo competencial