Filosofía “ganar – ganar”

En las dos últimas décadas se está escuchando hablar mucho de este concepto, sobre todo en ámbitos sociales y empresariales. El concepto de “Ganar – Ganar” fue descrita por Stephen Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente efectiva y consiste en que en las relaciones interpersonales, sean del tipo que sean, nos beneficiamos a nosotros mismos sin perjudicar a los demás.

 

Ganar – ganar es el equilibrio que todos buscamos para tener una armonía en nuestras relaciones con los demás y en todas las acciones que llevamos a cabo. Significa que los acuerdos o soluciones son mutuamente beneficiosos, mutuamente satisfactorios; por lo tanto, con una solución de este tipo todas las partes se sienten bien por la decisión que se ha tomado

“Ganar – ganar” para sentirnos mejor

Esta actitud hace que nos sintamos bien con nosotros mismos, que la construcción de nuestra propia imagen sea positiva, aumentando así nuestra autoestima. A veces, nos olvidamos de nosotros anteponiendo las necesidades de los demás (Perder – Ganar) ,haciendo que nos sintamos mal porque en el fondo no estamos actuando como nos gustaría. Otras veces puede que simplemente se busque el beneficio propio olvidándonos del otro (Ganar – Perder), lo que supondrá tarde o temprano un coste para la relación.

 

En definitiva, se trata de una filosofía de vida, una estructura mental y emocional que nos lleva constantemente a procurar el bien mutuo en las relaciones que establecemos. Esta manera de “ser” habla de personas generosas, justas, proactivas, comprometidas con el “nosotros”. Es una filosofía de interacción humana basada en nuevos y más justos hábitos, una forma de proceder inteligente y que nos proporciona mucho bienestar.

ganar

La buena suerte

Como acompañamiento me gustaría compartir con vosotros un fragmento de “La buena suerte” de Alex Rovira, que refleja muy acertadamente el tema que nos ocupa.

 

Así pues, las cosas se habían puesto difíciles. No había agua en ninguna otra parte del Bosque Encantado. En fin ¿qué se le iba a hacer? Sid era una persona sensible, por eso, la mezcla de belleza, tristeza y ansiedad de la voz de la Dama del Lago le llevó a interesarse en el problema de la Dama, para ver si podía ayudarle.

 

— Y, decidme Señora, ¿por qué no sale agua del lago? De todos los lagos sale agua. De todos los lagos nacen arroyos o ríos.

 

— Yo… yo… — por primera vez, la voz de la Dama del Lago expresó una voz sin contrastes, una voz triste. Era una voz de dolor—. Porque en mi lago —prosiguió— no hay continuidad. No hay nuevos ríos que salgan de mí. En mí, solamente cae agua. Solamente recibo agua, pero ningún arroyo brota de mi seno. Por eso tengo que vivir siempre pendiente de que los nenúfares duerman para que puedan cantar durante la noche. Durante el día no duermo para velar el sueño de los nenúfares y durante la noche sus cantos no me dejan conciliar el sueño. Vivo esclava de mi agua. Por favor, márchate y no despiertes a mis nenúfares.

 

Sid se dio entonces cuenta de que lo que el lago tenía en abundancia era, precisamente, lo que a él podía hacerle falta: un arroyo de agua.

 

—Yo puedo ayudarte, le dijo Sid—. Pero dime una cosa: ¿tú sabes cuánto agua necesita un trébol?—. La Dama del Lago contestó.

 

— Necesitan agua en abundancia. Necesitan agua directa, agua de un arroyo. La tierra en la que nacen los tréboles debe estar siempre húmeda.

 

— ¡¡Entonces, entonces… yo puedo ayudarte a ti y tú puedes ayudarme a mí!!

 

— ¡¡Sccchhhhh!! No grites tanto, que ya has despertado a un nenúfar. Dime cómo.

 

— Si me dejas hacer un surco que parta de tu lago, un arroyo que nazca en ti, lograré que el agua no se acumule más en tu seno. No haré ningún ruido. Sencillamente haré un surco en la tierra y el agua saldrá de tu lago. De esta forma, no tendrás que preocuparte más por los nenúfares. Podrás dormir siempre que quieras. La Dama del Lago se quedó pensativa. Después, accedió:

 

—De acuerdo. Pero no hagas ruido—. Inmediatamente, la Dama del Lago, desapareció, ante el asombro de Sid.

 

Sin esperar un instante, éste improvisó con su espada una azada, que colgó de la parte trasera de su caballo. Cabalgó de nuevo hacia el terreno escogido. A medida que cabalgaba, la espada creaba una profunda zanja y el agua los seguía, descargando al lago de su pesada carga. El agua llegó hasta la tierra fresca y nueva. Sid lo había conseguido: había encharcado la tierra creando un arroyo directo, que nunca había existido antes en el bosque encantado. Era el primer arroyo que jamás había existido en ese bosque.

 

Se puso a dormir junto al espacio que había creado. Reflexionó sobre lo ocurrido y recordó lo que siempre le había dicho su maestro: la vida te devuelve lo que das. Los problemas de los demás son a menudo la mitad de tus soluciones. Si compartes, siempre ganas más. Era justamente lo que había pasado: estaba dispuesto a renunciar al agua, pero cuando comenzó a entender el problema de la Dama, fue cuando, paradójicamente, se dio cuenta de que ambos necesitaban lo mismo, y de que en una sola acción, los dos salían ganando.

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