¡Cuidado que vienen rabietas!
Es habitual que los niños muestren su enfado mediante rabietas. Estas son algunas pautas que puedes poner en práctica para evitar que el niño monte una pataleta.
De los 2 a los 4 años, los niños descubren el poder de las rabietas. Estos pequeños desafíos pueden hacer que los padres o los adultos que estén a su cargo se desmoralicen o no sepan cómo gestionarlos.
¿Por qué mi hijo tiene rabietas?
conviene conocer que las rabietas son pasajeras; pasados los 4 años no suelen ser habituales. Durante estas edades se dan por varias razones. Por una parte, el niño se vuelve más autónomo y quiere diferenciarse del adulto, es decir, poner sus propios límites. A la vez tiene que gestionar su propia frustración y no sabe cómo hacerlo. Y si se une a que no puede verbalizar de forma clara qué quiere o desea, la rabieta está servida.
3 pautas para prevenir las rabietas
Si tu hijo ya ha empezado a tener rabietas en casa, en el súper o en cualquier lugar, empieza a aplicar estas pautas para prevenirlas:
- Juega al despiste. Desviar la atención sobre aquello que lo frustra o lo hace enfadar es una de las mejores formas de hacer dormir el volcán de emociones negativas. Cambiar de sala o salir a dar un paseo resultan efectivos para interrumpir el desarrollo de rabietas.
- Díselo de forma clara y breve. En plena rabieta los niños, igual que los adultos ante un enfado, no razonan. Justo antes de que se desate la violencia puede ser un buen momento para decirle al niño que no conseguirá sus objetivos si tiene un berrinche o protagoniza un numerito. Esto, que parece muy simple, en muchos casos suele ser muy efectivo.
- No cedas antes las rabietas. Si cedemos a esos comportamientos lo más probable es que vayan en aumento. Si una conducta es reforzada, es normal que tienda a repetirse.
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