El afecto es necesario en nuestra vida y nos proporciona felicidad. Sin embargo, a veces la dependencia emocional nos hace desarrollar relaciones poco sanas.

Cuando hablamos de dependencia emocional nos referimos a la situación en la que una persona siente una necesidad desmesurada por otra. En este sentido, el desequilibrio emocional hace que el otro sea el responsable de nuestros sentimientos, autoestima y bienestar.

Las relaciones basadas en la dependencia emocional se dan normalmente en parejas, aunque pueden establecerse también con familiares y amigos. Sin embargo, en todos los casos conllevan aspectos negativos como los siguientes:

  1. Pérdida de libertad personal. Hay muchos aspectos que puede compartir una pareja o unos amigos, pero no todos. Cuando hay distintos puntos de vista, la persona que sufre dependencia emocional de otro cede para complacer. De este modo, va reduciendo a la mínima expresión su capacidad de decisión.  Es habitual que se vayan abandonando aficiones y motivaciones solo por pasar más tiempo con el otro.
  2. Desgaste a causa del control excesivo hacia la otra persona. La felicidad ilusoria se sustenta gracias a estar junto al otro. Por eso, la persona dependiente no verá con buenos ojos las relaciones o las actividades que aparten a su pareja de él. Esta situación termina por dañar aún más la autoestima y el bienestar general del dependiente.
  3. Sensaciones de ansiedad, culpa o enfado cuando no está la otra persona cerca. Pasar un día entero o unas horas sin saber nada de la pareja conducen a la falta de estabilidad emocional en la persona dependiente. Esta se puede sentir inquieta, irascible y muy ligada a sensaciones desagradables.

 

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La dependencia emocional es uno de los factores más dañinos en las relaciones de pareja. De hecho, conviene recurrir a la ayuda de un especialista o a terapia de pareja para establecer relaciones sanas basadas en el afecto y la libertad personal.

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